#1 La realidad es que en la zona no hay suficientes mecánicos, y por eso la idea de formar a inmigrantes y refugiados como una vía para su integración laboral. Mientras se respeten los convenios y se garantizen condiciones dignas, ¿cuál es el problema?
Y no ocurre solo con los mecánicos, sino con muchas otras profesiones como fontaneros, electricistas, albañiles, "louseiros", carpinteros o zapateros. Son sectores donde la demanda sigue existiendo, pero cada vez hay menos gente dispuesta a aprender o a dedicarse a ello. Y no, no es solo por una cuestión de salario. Muchos de estos trabajos requieren formación específica y, además, pueden ser físicamente exigentes.
El sector de la construcción, por ejemplo, tiene uno de los mejores convenios en términos de retribución y festivos, y aun así cuesta encontrar trabajadores. Esto demuestra que el problema no es únicamente el dinero, sino también la falta de relevo generacional y el desinterés por ciertos oficios.
#11 No es una cuestión de vehemencia, sino de lógica matemática. Dentro de un mismo grupo, si se sigue un único criterio, solo puede existir una mayoría. Cualquier otra interpretación que sugiera la coexistencia de dos mayorías en el mismo instante responde a percepciones subjetivas o enfoques filosóficos, pero no a una realidad matemática. La mayoría, por definición, es el subconjunto que supera a los demás dentro del mismo conjunto según el criterio establecido. La realidad es la que es.
#9 Si la mayoría de los funcionarios realmente quisieran ser útiles, entonces lo lógico sería que el sistema fomentara ese esfuerzo y no lo frenara. Sin embargo, si dentro del mismo sistema hay una mayoría que desincentiva el rendimiento (poniendo trabas a quienes quieren hacer las cosas bien), eso sugiere que la verdadera mayoría no está tan comprometida con la eficiencia.
Es decir, si quienes buscan rendir son minoría y reciben presiones para no destacar, entonces la mayoría no puede estar compuesta por funcionarios con vocación y ganas de ser útiles. Más bien, parecería que la mayoría se adapta a un sistema donde la mediocridad es la norma, y solo una minoría lucha por cambiarlo.
En resumen: o la mayoría quiere ser útil y el sistema falla en canalizar ese esfuerzo, o la mayoría prefiere la inercia y frena a quienes quieren hacer las cosas mejor. Pero ambas cosas a la vez no pueden ser ciertas.
En mi experiencia, la mayoría de quienes optan por ser funcionarios lo hacen buscando estabilidad laboral, seguridad (dado que es casi imposible ser despedido) y un salario razonable. La oposición no suele ser el objetivo en sí mismo, sino el medio para conseguir la plaza. En consecuencia, la vocación no siempre es el motor principal.
¿Y qué ocurre cuando falta vocación? Que el trabajo se hace sin motivación, por puro trámite. Si a eso le sumamos la dificultad para ser despedido, el resultado es un entorno propicio para la desidia y la falta de compromiso.
El funcionariado es, sin duda, necesario, pero llevamos demasiado tiempo gestionándolo de forma ineficaz. Y no, no soy de motosierras.
Algunos piensan que, en la sociedad actual, los gigantes están donde están por pagar de forma justa a trabajadores y proveedores. Pero viendo cómo tratan a los segundos, ni imaginar lo que hacen con los primeros.
Eliana lleva muchos años patrullando, posiblemente más de veinte. No es la primera vez que recibe una multa, y temo que tampoco será la última.
Si bien su labor puede tener una buena intención, ejecutarla de manera inadecuada podría generar problemas aún mayores. A veces, parece cruzar ciertos límites que no debería. Hace años, por ejemplo, un maquinista tuvo que detener un tren debido a una de sus intervenciones.
Más allá de esto, la seguridad es un asunto crítico que no debería depender de iniciativas autogestionadas.
En la Lazio puedes admirar a Mussolini y no pasa nada, pero como se te ocurra enseñar el pene, te echan al instante. Al final, el problema no es lo que piensas, sino lo que muestras
Y no ocurre solo con los mecánicos, sino con muchas otras profesiones como fontaneros, electricistas, albañiles, "louseiros", carpinteros o zapateros. Son sectores donde la demanda sigue existiendo, pero cada vez hay menos gente dispuesta a aprender o a dedicarse a ello. Y no, no es solo por una cuestión de salario. Muchos de estos trabajos requieren formación específica y, además, pueden ser físicamente exigentes.
El sector de la construcción, por ejemplo, tiene uno de los mejores convenios en términos de retribución y festivos, y aun así cuesta encontrar trabajadores. Esto demuestra que el problema no es únicamente el dinero, sino también la falta de relevo generacional y el desinterés por ciertos oficios.