Los gobernantes mexicanos, a pesar que a diario reciben infinidad de críticas todas relacionadas con la corrupción, las violaciones de derechos, la impunidad, el abuso de autoridad, los secuestros, las extorsiones,la negligencia, el dolo o la incompetencia en el ejercicio de sus funciones, ellos permanecen sin cambio alguno en su actitud. En absoluto les importa ser el blanco de burlas y de señalamientos que a cualquier ser humano honorable y por ende responsable y de conducta intachable renunciaría de inmediato antes de estirar la mano y recibir sueldos inmerecidos. Dentro del gobierno son escasísimos los hombres de esa talla, hoy la moda es formar parte de equipos que tengan como propósito mantener en la línea de poder al jefe inmediato,cuidarle las espaldas, protegerlo, alentarlo cuando sea atacado y críticado susurrándole al oído que son los enemigos propios y del sistema quienes lo atacan por envidia y no por su incapacidad.Todo eso hace que ellos se vuelvan insensibles y cínicos a grado tal que no les importa que su reputación se la hagan pedazos con tal de asegurar su futuro económico.
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Los recursos y el maquillaje se agotan para el gobierno mexicano en el afán de encubrir la terrible crisis en la que se encuentra metido.Prueba de ello la recibió el propio presidente Enrique Peña Nieto y su familia la noche del "grito de independencia" en el zócalo capitalino; televisa le metió el hombro dándole un empujoncito con una transmisión pésima, deslucida y desanimada.