Que Glovo no es trigo limpio lo saben en Raticulín. Vender como libertad y acción social de buen rollito la explotación de sus trabajadores es la misma mierda que vender como trendy y rompedor compartir entre cinco un piso de 40 metros a los cuarenta años. A partir de ahí, el resto es una obviedad.
Fetén, sólo les falta traerse unos pingüinos para rematar el derroche ecologista y acabar de mearse en la cara de medio planeta. Cuanta más pasta se tiene más difícil es ocultar la estupidez.