Al negarse a recortar la financiación a las naciones más pobres, España se convirtió en un caso atípico en el nuevo desorden mundial. La semana que viene acoge una cumbre de la ONU en Sevilla para demostrarlo. Se ha comprometido a alcanzar el objetivo de larga data de destinar el 0,7% de su producto interior bruto para 2030. Cabe señalar que, a pesar de estas promesas, España no es en la actualidad especialmente generosa. La ayuda al desarrollo representa solo el 0.25% del PIB, cifra inferior al promedio de la OCDE del 0.33%
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