Suena el teléfono. No se sabe quién llama porque el número aparece oculto. Al descolgar, se percibe un pequeño silencio, pero pasados unos segundos comienza a oírse la voz entrecortada de una persona con problemas emocionales que necesita ser escuchada con comprensión, respeto y confidencialidad. Al otro lado de la línea está Elena Quintes, una de las voluntarias del Teléfono de la Esperanza. Esta gijonesa de 24 años tiene ahora la misión de acompañar y ofrecer apoyo a quienes recurren a este servicio gratuito en busca de ayuda.
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