El “Gran Israel” no es un proyecto político, es un delirio imperial. Benjamín Netanyahu lo presenta como una misión “histórica y espiritual”, pero en realidad es el mismo viejo sueño colonial disfrazado con retórica bíblica. Es el equivalente moderno del Lebensraum o “espacio vital” que prometía Adolf Hitler en sus mil años de nazismo, expansión por la fuerza, supremacismo étnico y la ilusión de un destino manifiesto grabado en piedra… o mejor dicho, en bombas.