Las redes sociales se colman de imágenes preciosistas, idealmente captadas, donde se exhiben emplazamientos solitarios, bellos e idílicos, que tras las cámaras están plagados de turistas. Hileras de gente esperando para inmortalizar la caída de una cascada, la cumbre de una montaña o el monumento de turno, como si el trayecto fuese en balde sin esa prueba. Un contexto internacional, el de la turistificación masiva, que ha azuzado otra mentalidad: la negativa al turismo. El no-viajero.