Tras visualizar los primeros 30 minutos de debate electoral he tenido que hacer una primera pausa ya que el debate se torna cansino y comienzas a entender que la mayoría de los candidatos no están ahí para debatir ni discutir propuestas que puedan beneficiar a sus posibles electores sino como un anuncio de su persona, de su marca, repitiendo palabras bonitas, mantras, y prometiendo que harán justo lo contrario que han hecho cuando gobernaban. Ahí es cuando te das cuenta de que este va a ser otro tedioso debate con pocas conclusiones que sacar de provecho.
En ese momento mientras decidía si quería un café con leche para desayunar o tomar otro yogurt, pasó por mi mente la idea de el tipo de votante mayoritario que exite, idea infundada por el chat a la derecha de el video en streaming en esa plataforma todopoderosa, donde tampoco se podía extraer nada de provecho, simplemente ahí se va a corear el nombre del candidato o las siglas del partido político afín, donde ya tienes una idea prefijada y solo has venido a hacer ruido y a soltar algún chascarrillo.
Cuando me decidí por el yogur ya que sentía que mi cuerpo no estaba para cafeína me sobrevoló la idea de lo sobrevalorada que está la democracia. No como una loa hacia los sistemas dictatoriales sino con intención de señalizar las profundas fallas que tiene un sistema donde eligir a los gobernantes se hace a través de la decisión de gente que se guía a través de a saber que motivos, donde la mayoría de la gente no está lo suficiéntemente capacitada, ni se nos ha educado para ser críticos y formar nuestras propias opiniones, donde no se elige al que esté mejor preparado o al que tenga mejores propuestas. La política se está conviertiendo en un sistema de consumo más, donde la mayoría de candidatos son productos de marketing creados a través de campañas y financiados por poderes con intereses propios. En EE.UU. suele pasar que coincida que gane el candidato que recibe mayores donaciones en campaña.
No me gusta vivir en un sistema donde el voto de una persona que elige por estética o por afinidad tiene la misma validez que otra que lo hace razonando y estudiando cuales son las mejores propuestas, quién es la gente más preparada y qué le hace falta al país. Y con esto tampoco mi intención es la de proponer que los votos tengan distinta validez, todo el mundo tiene que tener el derecho e incluso la obligación de votar pero estando preparado para ello.
La democracia solo tiene sentido si las personas han sido educadas y preparadas para saber elegir a sus gobernantes y no dejarse guiar por sus instintos. ¿Qué tipo de democracia tenemos si la gente vota porque es el candidato que mejor le cae, porque es lo que vota su familia o porque es el más guapo de todos? Ni siquiera porque es el que mejor le ha sabido vender la tostada, sino porque las medidas que propone son las necesarias o las mejores para el período próximo o por que es la persona o personas mejor preparadas para ese puesto.
He interrumpido mi desayuno escribiendo el artículo y todavía no he tomado el yogur, curiosamente ahora me apetece ese café. Que tengan buenas elecciones.