Cuando tomamos un comprimido para aliviar el dolor de cabeza o tratar una infección, pensamos que lo único importante es el principio activo, la sustancia que ejerce el efecto deseado. Sin embargo, esa pastilla contiene algo más: los excipientes. Durante años, se les ha considerado meros acompañantes sin acción farmacológica. Hoy sabemos que pueden ser actores fundamentales en la eficacia de un medicamento.
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De pequeño me diagnosticaron alergia a la penicilina, por lo que siempre llevaba una plaquita que lo decía.
Por temas que ya he contado en otras ocasiones, en un ingreso me enchufaron penicilina por un tubo, literalmente.
Por suerte resulto que no me hizo reacción alguna ya que no era alérgico. Después de hacerme pruebas resultó que yo era alergico a un excipiente con el que envolvían la penicilina a principios de los años 70… cosa que, según me contaron, fue motivo de muchos falsos positivos.
Así que, en mi caso, un excipiente erroneo me complicó la vida hasta más allá de los 50 años cuando me enteré que no me hacía falta complicarme con los antibióticos.