Desde que apareció el primer ascensor público en una tienda de Nueva York de 1857, la colocación de un espejo en el interior de la cabina responde a un cúmulo de circunstancias, todas de sentido más bien práctico, aunque pudiera parecer que tienen más que ver con la estética. Los espejos permiten ver lo que hacen todos tus compañeros de viaje en el ascensor. Por eso resultan muy útiles para detectar robos o predecir asaltos y disuaden a las personas a llevar a cabo contactos físicos indeseados o perpetrar actos de vandalismo.
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El ascensor aparenta ser más grande de lo que es.
Saludos