La naturaleza ofrece soluciones eficientes a desafíos complejos. Las moscas de la fruta, por ejemplo, se mueven por su entorno con una agilidad notable y su comportamiento puede controlarse con precisión mediante manipulación genética, todo ello dentro de un cuerpo de 1 mg y 2,5 mm. Aprovechamos este organismo modelo, ampliamente estudiado, como un "microrrobot viviente", que dirige sus movimientos mediante señales visuales y olfativas específicas. De este modo, eliminamos la necesidad de fabricar robots complejos a escalas diminutas.
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