"En el hospital nadie sabía qué le pasaba al niño ¡Imagínate cómo pasé yo esa noche! Mi bebé estaba en neonatos, yo estaba en planta, aún no lo había podido coger en brazos... Mi marido sí lo vio, se lo entregaron chorreando en sangre”, comenta Lidia Osorio, madre de un niño con Epidermólisis Bullosa (EB) distrófica recesiva.
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Hay enfermedades terribles y esta es una de ellas,ojalá que la ciencia encuentre la cura para que este horror algún día sea cosa del pasado.
Hay que conseguir que los responsables públicos inviertan todo lo que sea necesario para poder tener, como mínimo, un tratamiento efectivo para dar la mayor calidad de vida posible a quien ha tenido la mala suerte de que le toque esta pesadilla.
Sin ciencia no hay futuro.
Las enfermedades raras o de poca incidencia siempre son las que se llevan el último céntimo de la bolsa porque no les salen "rentables" a las farmacéuticas.
La importancia de la investigación con financiación pública es aún mayor con este tipo de patologías.