«El chitón» no es un texto cualquiera, no en vano, Lope de Vega lo definió como «lo más satírico y venenoso que se ha visto desde el principio del mundo»; es un campo de batalla donde la ironía y la crítica se disfrazan de elogio. Quevedo, ese genio de la sátira, es encargado por el duque de Olivares de defender lo indefendible: la política económica de un reino en bancarrota. Pero nuestro querido Francisco es más astuto que eso, y entre las líneas de su defensa se esconden aguijonazos, puyas que, aunque sutiles, no dejan títere con cabeza.
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