Con ese nombre griego se denominaba a una enorme piedra rectangular con un buen número de ranuras dispuestas en filas y columnas. Cuando se celebraba una elección para un determinado cargo público y un ciudadano ateniense quería ser candidato, se introducía en una de las ranuras su pinakion. Esto era una placa de bronce o madera con su nombre grabado. Era la forma de indicar que quería entrar en el bombo del sorteo, por decirlo de algún modo.
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