LITERATOS. Compartimos fragmentos.
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"Kafka en la orilla"

"Kafka en la orilla"



A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer.

Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí sólo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo.

Imagínate una tormenta como esta. "

Haruki Murakami

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Los ordenadores y las métáforas

Hace mucho tiempo, en una clase de Lengua, aprendí la definición de metáfora, que era más o menos así:

Una metáfora es una figura retórica que describe un objeto o una acción de un modo que no es literal, pero que ayuda a explicar una idea o a establecer una comparación. […] Las metáforas se utilizan en la poesía, la literatura y siempre que alguien quiere adornar un poco su vocabulario.

Mi profesor de Lengua nos dio ejemplos de metáforas, incluidos los versos más famosos de Shakespeare. «¿Qué luz alumbra aquella ventana? / Es el este, y Julieta es el sol». O «La vida es una sombra que camina, un mal actor / que en escena se inquieta y contonea / y nunca más se le oye». Y así sucesivamente. Me quedé con la idea de que la metáfora se utilizaba sobre todo para condimentar lo que, sin ella, podría ser anodino.

Muchos años después, leí el libro Metáforas de la vida cotidiana, escrito por el lingüista George Lakoff y el filósofo Mark Johnson. Mi anterior concepción de la metáfora sufrió un vuelco (si me perdonan la metáfora). La tesis de Lakoff y Johnson es que nuestro lenguaje cotidiano no solo está repleto de metáforas que suelen sernos invisibles, sino que nuestra comprensión de básicamente todos los conceptos abstractos se basa en metáforas derivadas de conocimientos físicos básicos. Lakoff y Johnson aportan pruebas de su tesis en forma de una amplia colección de ejemplos lingüísticos, que demuestran cómo conceptualizamos conceptos abstractos como tiempo, amor, tristeza, ira y pobreza usando términos de conceptos físicos concretos.

Por ejemplo, Lakoff y Johnson señalan que hablamos del concepto abstracto de tiempo con términos que se aplican al concepto más concreto de dinero. «Gastamos» o «ahorramos» tiempo. A menudo «no podemos desperdiciar el tiempo». A veces el tiempo que gastamos «vale la pena» y hemos «utilizado el tiempo de forma provechosa». Quizá conocemos a alguien que tiene «los días contados».

Del mismo modo, conceptualizamos estados emocionales como la felicidad y la tristeza en forma de direcciones físicas, hacia arriba y hacia abajo. Podemos «sentirnos hundidos» y «caer en una depresión». Nuestro estado de ánimo puede «caer a toda velocidad». Nuestros amigos suelen «levantarnos el ánimo» y nos dejan con «la moral alta».

Si vamos más allá, solemos conceptualizar las relaciones sociales en términos de temperatura física. «Me dieron una cálida bienvenida». «Me miró con frialdad». «Me trató fríamente». Estas expresiones están tan asentadas que no nos damos cuenta de que estamos hablando en lenguaje metafórico. La afirmación de Lakoff y Johnson de que estas metáforas revelan la base física de nuestra comprensión de los conceptos apoya la teoría de Lawrence Barsalou de que comprendemos mediante la simulación de modelos mentales construidos a partir de nuestro conocimiento básico.

Los psicólogos han investigado estas ideas a través de muchos experimentos fascinantes. Un grupo de científicos observó que la zona del cerebro que se activa cuando una persona piensa en el calor físico parece ser la misma que cuando piensa en el calor social. Para investigar las posibles consecuencias psicológicas, los investigadores llevaron a cabo un experimento con un grupo de sujetos voluntarios. Cada sujeto hizo un corto viaje en ascensor, acompañado por un miembro del equipo, hasta el laboratorio de psicología. Durante el trayecto, el miembro del laboratorio pedía al sujeto que sostuviera una taza de café caliente o helado «durante unos segundos» mientras él escribía el nombre de esa persona. Los sujetos no sabían que eso formaba parte del experimento. En el laboratorio, cada sujeto leía una breve descripción de una persona ficticia y se le pedía que valorara varios rasgos de su personalidad. Los que habían sostenido el café caliente en el ascensor consideraron a la persona de ficción mucho «más cálida» que los que habían sostenido el café helado.

Otros investigadores han obtenido resultados similares. Además, esta vinculación entre «temperatura» física y social también parece existir a la inversa: otros psicólogos han descubierto que las experiencias sociales «cálidas» o «frías» hacen que los sujetos sientan más calor o frío físico.

Aunque estos experimentos e interpretaciones siguen siendo objeto de controversia en el mundo de la psicología, se puede interpretar que los resultados respaldan las teorías de Barsalou y de Lakoff y Johnson: entendemos conceptos abstractos en términos de conocimientos físicos básicos. Si se activa mentalmente el concepto de calidez en sentido físico (por ejemplo, al sostener una taza de café caliente), se activa también el concepto de calidez en sentido más abstracto y metafórico, como al juzgar la personalidad de alguien, y viceversa.

Es difícil hablar de comprensión sin hablar de conciencia. Cuando empecé a escribir este libro, tenía pensado evitar por completo la cuestión de la conciencia, porque está llena de problemas científicos. Pero he decidido que me voy a permitir especular un poco. Si nuestra comprensión de conceptos y situaciones consiste en realizar simulaciones utilizando modelos mentales, quizá el fenómeno de la conciencia —y toda nuestra concepción del yo— proviene de nuestra capacidad para construir y simular modelos de nuestros propios modelos mentales. No solo puedo simular mentalmente, por ejemplo, el acto de cruzar la calle mientras hablo por teléfono, sino que puedo simularme mentalmente a mí misma pensándolo y puedo predecir lo que quizá voy a pensar a continuación. Tengo un modelo de mi propio modelo. Modelos de modelos, simulaciones de simulaciones: ¿por qué no? Y así como la percepción física del calor, por ejemplo, activa una percepción metafórica del calor y viceversa, nuestros conceptos relacionados con las sensaciones físicas pueden activar el concepto abstracto del yo, que se retroalimenta a través del sistema nervioso para producir una percepción física del yo, o de la conciencia, si se prefiere. Esta causalidad circular es similar a lo que Douglas Hofstadter llamaba el «extraño bucle» de la conciencia, «en el que los niveles simbólico y físico se retroalimentan mutuamente y vuelven la causalidad del revés, de forma que parece que los símbolos tienen libre albedrío y han adquirido la capacidad paradójica de mover las partículas, en lugar de lo contrario».

Inteligencia artificial. Melanie Mitchell.

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La chica del estanco

Estoy al final de un domingo monótono. Llueve incesantemente. Un domingo fastidiado porque he tenido que levantarme a las seis para sacar a pastar por las nubes a un Bréguet. Al cabo de diez minutos ha manifestado el deseo imperioso de regresar a las cuadras. (¿Te das cuenta de que hablo como el Abbé Delille?… ¡Oh, la vida provinciana!). Y por diez minutos de vuelo todo un domingo soñoliento. He pasado todo el día comprando cerillas, cigarrillos y sellos. La chica del estanco es monísima. En mi habitación ya tengo más de treinta cajas de cerillas y sellos para cuarenta años. Melancólico balance de ocho días de amor.

Una estanquera es algo maravilloso. El mostrador es hermoso como un trono. Uno se siente alejado y muy pequeño. Uno se oye decir con embriaguez: «Cuarenta céntimos…». Uno mendiga las palabras de amor de donde se puede.

Cartas a una amiga imaginaria. Antoine de Saint Exupery

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Acerca del nacionalismo

El nacionalista es, por definición, un ignorante. El nacionalismo es la vía de menor resistencia, el camino fácil.

El nacionalista no tiene problemas. Sabe, o cree saber, cuáles son sus valores, es decir, los valores nacionales, es decir, los valores de la nación a la que pertenece, éticos y políticos. No está interesado en los demás, los demás no son de su incumbencia. Diablos, es otra gente (otras naciones, otras tribus). Ni siquiera hay que aprender nada acerca de ellos.

El nacionalista ve a los demás a su imagen y semejanza: como nacionalistas. Un punto de vista cómodo, como hemos señalado. Miedo y envidia. Un compromiso y una implicación que no requieren esfuerzo. No sólo el infierno son los demás, en clave nacional, por supuesto, sino también: todo lo que no es mío (serbio, croata, francés…) me resulta ajeno.

El nacionalismo es una ideología de la banalidad. Como tal, el nacionalismo es una ideología totalitaria.

Acerca del Nacionalismo - Danilo Kiš

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Lo que pasa en esas casitas

En este mismo momento, dentro de estas casas que parecen muertas, están naciendo canallas, delatores, criminales… porque millares de personas acobardadas para toda su vida están enseñando implacablemente a sus hijos a ser cobardes, y éstos harán lo mismo con los suyos, y así sucesivamente. 

Qué difícil es ser Dios. Arkadi y Boris Strugatski

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¿Qué ha pasado con el Scalextric?

¿Qué ha pasado con el Scalextric?

Comienzo este texto con la intención de recopilar algunas reflexiones que individualmente abren muchos más debates de los que pretendo abarcar. Pero como esto no deja de ser un juego mental de esos que surgen mientras salgo a caminar, soy honesto y no pretendo aquí más que plantear algunas hipótesis.

¿Qué ha pasado con el scalextric?

Estas navidades monté uno de mis viejos Scalextric analógicos para que mi sobrina de 6 años jugase un rato. La verdad es que casi lo planteé como un experimento:

¿Tendrá gracia para una niña de 6 años jugar a un juego físico de unos coches que para ella están totalmente fuera de contexto?

Es decir; ella verá unos coches (con luces) que van por un carril y su único control es acelerar o dejar de hacerlo. Los coches además no le dicen más que lo que le sugieran sus formas y colores. No estará mentalmente reproduciendo el San Remo del 83 o el Acrópolis del 81 con un  Ari Vatanen y su esguince de cuello por no dejar de mirar por la ventana de la puerta de su Escort Rs.

Ella eligió un Seat Córdoba amarillo primero, y luego un Citroën WRC porque tenía una banderita de España (Dani Sordo) Y se lo pasó bien. Tanto que durante los días siguientes quería más. Y aún ahora se acuerda y quiere montar un Scalextric. Divirtiéndose tanto en el proceso de montar las pistas como el de elegir el coche.

¿Por qué entonces hoy día el Scalextric está de capa caída si el juguete es divertido para esta generación?

Yo, como dueño de uno, me incorporé al Scalextric tarde. Ya con 14 años. Pero de pequeño recuerdo aquellos catálogos del Corte Inglés con varias páginas dedicadas al Ibertren y al Scalextric. Los coches de circuito, los Grupo B de rally, los kits de ampliación, los kits de mejora, piezas… se me iban los ojos. Cuando empecé a ganar dinero por mi cuenta como artista precoz, empecé a comprar varios Scalextric de la época que recordaba de mi infancia, así como algunos de los modelos más recientes. Creo que se puede decir que en los 2000-2005 hubo una época dorada del slot. Muchas marcas de calidad y muchas piezas, así como torneos en muchas estaciones de Renfe a lo largo y ancho de España.  No se el motivo. Tal vez en esa época muchos “yo” tenían dinero para gastar en esas cosas que recordaban de pequeños.

El caso es que ahora he querido retomar esta afición latente y veo que gran parte de los fabricantes no están. Hay menos producto. Menos repuestos. Muchos kits raros de escalas extrañas y personajes de nintendo en vez de coches de competición. Tunings feos y demás sin sentidos. ¿Eso vende? ¿Eso genera afición? Me imagino al frente de esas decisiones mucho estratega y mucho marketing y poca pasión. Y me vuelvo a preguntar; 

¿Por qué entonces hoy día el scalextric está de capa caída si el juguete es divertido?

Supongo que en parte puede estar relacionado con la falta del interés por el automovilismo y su demonización. Los coches son el mal, contaminan, son caros, son “armas en potencia” etc etc. Tal vez mi aproximación al scalextric era porque mientras veía esos coches me sentía como si fuera Walter Röhrl luchando por unos segundos con Michèle Mouton. Reproduciendo las épicas de Sandro Munari con su Stratos. Puede que hubiera en mi cabeza un 50% del  juguete y un 50% de  imaginación, como tantos niños (y adultos) pero el juguete es divertido por si mismo. Pero no es conocido. Y no es conocido porque ese vector que te llevaba hasta ese juguete está roto hoy día. No existe.

Tal vez parte del problema esté ahí. No hay ya ese vector Motorsport > juguete porque en realidad el mundo del deporte del motor, salvando la F1, es relativamente residual. Eso da pie a otro debate pero lo cierto es que los rallyes importan poco, y las carreras de turismo en pista importan menos aún. Ni con los E-games se recupera el tema. No voy a hacer aquí una crítica a los videojuegos. No creo que sean cosas excluyentes. Yo juego a simuladores y es algo totalmente compatible con el slot. Son sensaciones diferentes. No creo que vayan por ahí los tiros "de que ahora los jóvenes sólo juegan al ordenador".

Pero si que es cierto que una consola ocupa poco y es más “simple”. Compras el hardware, que lo pones bajo la tele, y desde el sofá rápidamente echas una partida. Los pisos de hoy día no dan juego (valga la redundancia) para mucho más. 80 metros cuadrados con habitaciones pírricas en las que es inviable montar una pista de scalextric que puedas mantener montada un par de días. En la consola acumulas todos los juegos que te compres, incluso sin necesidad del soporte físico. Ideal para las mini-casas.

Los juguetes van y vienen y no voy a decir que perdiéndose el scalextric se pierde algo irreemplazable. Otros juguetes lo sustituyen y la vida sigue. Pero me resulta curioso desde un punto de vista romántico, el auge y caída de esos pequeños coches eléctricos que pasaron de ser el sueño de los peques de la casa, la afición de unos adultos, a prácticamente estar arrinconados en tiendas muy especializadas y con una gama a día de hoy residual, comparada con lo que llegó a ser.

Y si. Soy un nostálgico.

Dedico este artículo a @ramsey9000 que es con quien estuve tirando de hemeroteca mental recordando estos coches y sus pistas.

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La soledad como concepto anglosajón

La soledad es un concepto anglosajón. En Ciudad de México, si eres el único pasajero en un autobús y alguien sube, no solo se sentará a tu lado sino que se recostará en ti.

Manual para mujeres de la limpieza. Lucía Berlín

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Caza de curdlos, Instrucciones para los extranjeros

Entre toda la caza mayor, el curdlo exige los valores más elevados del cazador, tanto personales como de su equipo. Puesto que este animal se ha adaptado, durante su evolución, a soportar los impactos de los meteoritos revistiéndose, a este fin, de una coraza imposible de perforar, los curdlos se cazan desde dentro.

Para la caza del curdlo son imprescindibles:

A) En la fase inicial: pasta de base, salsa de champiñones, perejil, sal y pimienta.

B) En la fase de caza propiamente dicha: una escobilla de paja de arroz, una bomba de relojería.

I. Preparativos en el puesto de espera.

La caza de curdlos es del tipo de espera. El cazador, habiéndose untado previamente con la pasta de base, se acurruca en un surco del estorgo, y una vez preparado así, los compañeros lo espolvorean con perejil picado y le echan sal y pimienta.

II. Cumplidos los preparativos, se espera a un curdlo. Cuando la fiera se acerque se debe, conservando la sangre fría, coger con ambas manos la bomba de relojería que se tenía entre las rodillas. Si el curdlo está hambriento, suele tragar en seguida. Si el curdlo no quiere comer, se le puede incitar palmeteándole ligeramente la lengua. Si se prevé un fracaso, hay quien aconseja ponerse más sal encima; sin embargo, es un paso arriesgado, ya que el curdlo puede estornudar. No existen muchos cazadores que hayan sobrevivido al estornudo de un curdlo.

III. El curdlo, una vez ha tragado, se relame y se aleja. El cazador tragado, procede inmediatamente a la fase activa, o sea, se quita el perejil y las especias con la ayuda de la escobilla, para que la pasta desarrolle libremente su acción purgativa; a continuación regula la bomba de reloj y se marcha con la mayor rapidez posible en la dirección opuesta a la de su entrada.

IV. Al abandonar al curdlo, cuidar de caer sobre las manos y pies para no hacerse daño.

Nota. El empleo de especias picantes está prohibido. Se prohíbe igualmente presentar a los curdlos bombas de relojería reguladas y espolvoreadas con perejil. Quien proceda de dicha manera, será perseguido y penado por caza furtiva.

Stanislaw Lem, Diarios de las estrellas

Viaje decimocuarto

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La idiotez en grupo

Si dices idioteces eres un idiota, pero si formas parte de un grupo de veinte idiotas que constituyen una academia, entonces recibes la aprobación de tus pares, publicas, y creas un departamento universitario.

Jugarse la piel. Nassim Taleb

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Ese ridículo sentimiento

"Los celos no estallaron en nuestros jóvenes ardores. Ese ridículo sentimiento no es una prueba de amor: fruto tan sólo del orgullo y el egoísmo, se debe mucho más al temor de ver preferir un objeto distinto a nosotros que al de perder al que se adora". Marqués de Sade, Juliette

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A los jóvenes

No, la juventud no es un examen, ni una prueba, ni un entrenamiento para la vida que vendrá luego. Es la vida misma. No lo olvidéis nunca.

Doctor Zhivago. Boris Pasternak

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Bola de sebo

La Guardia Nacional, que desde dos meses atrás practicaba con gran lujo de precauciones prudentes reconocimientos en los bosques vecinos, fusilando a veces a sus propios centinelas y aprestándose al combate cuando un conejo hacía crujir la hojarasca, se retiró a sus hogares. Las armas, los uniformes, todos los mortíferos arreos que hasta entonces derramaron el terror sobre las carreteras nacionales, entre leguas a la redonda, desaparecieron de repente. 

Los últimos soldados franceses acababan de atravesar el Sena buscando el camino de Pont-Audemer por Saint-Severt y Bourg-Achard, y su general iba tras ellos entre dos de sus ayudantes, a pie, desalentado porque no podía intentar nada con jirones de un ejército deshecho y enloquecido por el terrible desastre de un pueblo acostumbrado a vencer y al presente vencido, sin gloria ni desquite, a pesar de su bravura legendaria.

 Una calma profunda, una terrible y silenciosa inquietud, abrumaron a la población. Muchos burgueses acomodados, entumecidos en el comercio, esperaban ansiosamente a los invasores, con el temor de que juzgasen armas de combate un asador y un cuchillo de cocina.

 La vida se paralizó, se cerraron las tiendas, las calles enmudecieron. De tarde en tarde un transeúnte, acobardado por aquel mortal silencio,al deslizarse rápidamente, rozaba el revoco de las fachadas.

 La zozobra, la incertidumbre, hicieron al fin desear que llegase, de una vez, el invasor.

"Bola de sebo" de Guy de Maupassant.

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Groucho y yo

Mi papi era sastre y de vez en cuando hasta ganaba dieciocho dólares a la semana. Con todo, no era un sastre normal. El récord que estableció de ser el sastre más inepto que jamás produjo Yorkville no ha sido nunca superado. En este terreno podrían incluirse también algunas zonas de Brooklyn y del mismo Bronx.

La idea de que papi era un sastre constituía una opinión que únicamente era defendida por él. Sus clientes lo conocían como «el mal entallado Sam». Era el único sastre de quien he oído decir que rechazara emplear la cinta métrica. Él sostenía que una cinta métrica podía estar muy bien para un enterrador, pero no para un sastre que tuviera el ojo infalible de un águila. Insistía en que una cinta métrica era una simple muestra de vacilación y un absurdo completo, añadiendo que si un sastre tenía que medir a un hombre nunca podría ser un sastre de primera categoría. Mi papi alardeaba de que él podía sacar las medidas de un hombre con sólo mirarlo y hacerle un traje perfecto. Los resultados de sus apreciaciones eran tan precisos como las predicciones de Chamberlain acerca de Hitler.

Todos nuestros vecinos eran clientes de papi. Era fácil reconocerlos por la calle, ya que todos andaban con una pierna del pantalón más corta que la otra, una manga más larga que la otra o el cuello del abrigo sin decidirse por qué lado asentarse. El resultado inevitable era que mi padre nunca tenía dos veces al mismo cliente. Esto significaba que tenía que estar constantemente a la búsqueda de un nuevo negocio y, a medida que nuestro vecindario se iba poblando de gente vestida con trajes mal entallados, tenía que buscar sectores donde no lo hubiera precedido su reputación. Recorrió diversos sitios a lo largo y a lo ancho: trabajó en Hoboken, en Passaic, en Nyack e incluso más lejos. Cuando aumentaba su reputación, se veía obligado a alejarse más y más de su base hogareña a fin de cazar nuevas víctimas. Muchas semanas sus gastos de locomoción eran mayores que sus ingresos. Además, sus callos y juanetes, atendidos por uno de mis tíos favoritos, el talentudo doctor Krinkler, eran mayores que ambas cosas.

Cómo se las arreglaba mi madre constituye un misterio que supera cualquier explicación. Alexander Hamilton puede haber sido el mejor secretario de la tesorería, pero me habría gustado verle desempeñando el trabajo de mi madre con la misma habilidad con que ella lo desempeñaba.

Groucho Marx, "Groucho y yo."

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Cambalache

Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé

En el 506, y en el 2 000 también

Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos

Contentos y amargaos, valores y dublé

Pero que el siglo XX es un despliegue

De maldad insolente, ya no hay quién lo niegue

Vivimos revolcaos en un merengue

Y en el mismo lodo, todos manoseaos

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor

¡Ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador!

¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!

¡Lo mismo un burro que un gran profesor!

No hay aplazaos , ni escalafón

Los inmorales nos han igualao

Si uno vive en la impostura

Y otro afana en su ambición

Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos

Caradura o polizón

Qué falta de respeto, qué atropello a la razón

Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón

Mezclao con Stavisky, van Don Bosco Y "La Mignón",

Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín

Igual que en la vidriera irrespetuosa

De los cambalaches se ha mezclao la vida

Y herida por un sable sin remaches

Ves llorar la Biblia junto a un calefón

Siglo veinte, cambalache, problemático y febril

El que no llora, no mama; y el que no afana, es un gil

Dale nomá', dale que va

Que allá en el horno nos vamo a encontrar

No pensés más, séntate a un lao

Que a nadie importa si naciste honrao

Si es lo mismo el que labura

Noche y día como un buey

Que el que vive de las minas, que el que mata, que el que cura

O está fuera de la ley

Enrique Santos Discepolo

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Evolución de las especies y Cristianismo

Lo más devastador que la biología le hizo al cristianismo fue el descubrimiento de la evolución biológica. Ahora que sabemos que Adán y Eva nunca fueron personas reales, el mito central del cristianismo queda destruido. Si nunca hubo un Adán y Eva, nunca hubo un pecado original. Si nunca hubo un pecado original no hay necesidad de salvación. Si no hay necesidad de salvación no hay necesidad de un salvador. Y sostengo que eso pone a Jesús, histórico o no, en las filas de los desempleados. Creo que la evolución es la sentencia de muerte absoluta del cristianismo.

Frank Zindler

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Doctor en Alaska: Chris Stevens y Cien años de soledad

«En ese estado de lucidez alucinada, no solo vieron las imágenes de sus sueños, algunos vieron las imágenes soñadas por otros. Eso es de Gabriel García Márquez. Cien Años de Soledad. Parece que hay precedentes de este intercambio de sueños. Quiero decir, ¿será así ahí fuera? ¿Quizás soñemos constantemente los sueños de otros? ¿No será que el mundo del subconsciente es realmente colectivo? ¿No son tus miedos mis miedos? ¿No son tus deseos mis deseos? ¿No bebemos todos de la misma copa humana?

Esto es lo que Carl Jung decía al respecto: «Toda conciencia separa, pero en los sueños tomamos la apariencia de un hombre más universal y verdadero y eterno que habita en la oscuridad de la noche primitiva. Allí él sigue siendo eterno y lo eterno está dentro de él, indistinto de la naturaleza y carente de todo ego. De estas profundidades que todo lo une emerge el sueño, sea infantil, grotesco o inmoral».»

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Cómo estafaron a Cenicienta

Al ascender a Cenicienta a princesa, el hada madrina la colocó más allá de su habilidad social.

El príncipe no tardó en cansarse de los modales de aldeana de la muchacha, y desgraciadamente para ella, no llegó de nuevo el hada madrina a aportarle todo el conocimiento social que necesitaba, y todos los trucos y pequeños mecanismos para desenvolverse en la corte, con lo que Cenicienta no tardó en caer en desgracia entre el la familia del Príncipe y el personal de la Corte.

Cuanto más criticaban a cenicienta, más infeliz era el Príncipe. El matrimonio estaba abocado al fracaso. 

Cenicienta hubiese sido feli casada con un guapo leñador, pero su hada madrina la estafó miserablemente.

Las fórmulas de Peter. Lawrence J. Peter

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No seas tú mismo

Si deseas tener conocimiento carnal con una quinceañera, no le pongas un dedo encima. Si odias a tu padre, está bien, pero no le atices con un bate de béisbol.

Acéptate, vale, pero joder... No seas tú mismo.

El hombre de los dados. Luke Reinhart

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Te lo haremos con cuidado

La sociedad capitalista relega a sectores enteros de su ciudadanía al vertedero, pero muestra una delicadeza exquisita para no ofender sus convicciones ni cuestionar su afirmación identitaria.

T. Eagleton. Cultura.

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Sobre el oficio de periodista

Lo que todos me decían era que el secreto del éxito en periodismo consistía en estudiar un periódico en concreto y escribir lo apropiado para él. En parte por accidente e ignorancia, y en parte por las rabiosas certezas de la juventud, no recuerdo haber escrito nunca un artículo que fuera el apropiado para ningún periódico en concreto. Por el contrario, creo que conseguí un cierto éxito cómico por contraste. Ahora que ya soy un viejo periodista, se me ocurre que el consejo que le daría a uno joven sería simplemente que escribiera un artículo para el Sporting Times, otro para el Church Times, y confundiera los sobres. Después, si se aceptaba el artículo y era razonablemente inteligente, los deportistas se dirían unos a otros: "Es un grave error suponer que no tenemos una buena causa cuando tipos realmente inteligentes afirman lo contrario"; los clérigos, por su parte, irían por ahí diciéndose unos a otros: "Hay espléndidos artículos en algunas de nuestras publicaciones religiosas; un tipo de lo más ingenioso".

Tal vez esta teoría sea un poco inconsistente y fantástica, pero es la única que me sirve para explicar mi propia e inmerecida supervivencia en la contienda periodística de la vieja Fleet Street. Escribí para un periódico inconformista como el viejo Daily News sobre cafés franceses y catedrales católicas, y les encantaba porque nunca antes habían oído hablar de aquello. Escribí en un órgano del viejo y sólido laborismo como el Clarion, y allí defendí la teología medieval y todo aquello de lo que sus lectores no habían oído hablar jamás; y a sus lectores no les molestó lo más mínimo.

En realidad, lo que pasa con casi todos los periódicos es que están demasiado llenos de cosas adecuadas para ellos. Pero en estos últimos tiempos en los que el periodismo, como todo lo demás, se concentra en consorcios y monopolios, aún parece menos probable que alguien repita mi extraña, temeraria y poco escrupulosa maniobra, que alguien se despierte y descubra que se ha hecho famoso por ser el único hombre divertido del Methodist Monthly o el único hombre serio del Cocktail Comics.

Gilbert Keith Chesterton

Autobiografía, 1936

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Corazón de Ulises - Javier Reverte

No había otro ruido que el del viento entre los árboles y el canto de las cigarras. Bebimos vino rosado para acompañar la comida y, a los postres , unos tragos de whisky. Luego, fumamos junto a los rescoldos de la hoguera. No hablábamos apenas. Y en algún momento que yo inicié una charla, por decir algo más que por otra razón, él me miró sonriente. "Déjelo", interrumpió, "Cavafis escribió que, cuando no hay nada que decir, hay que dejar que hable el silencio".

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Historia del puñetero gorro

En febrero de 1948, el líder comunista Klement Gottwald salió al balcón de un palacio barroco de Praga para dirigirse a los cientos de miles de personas que llenaban la Plaza de la Ciudad Vieja.

Aquél fue un momento crucial de la historia de Bohemia. Uno de esos instantes decisivos que ocurren una o dos veces por milenio.

Gottwald estaba rodeado por sus camaradas y justo a su lado estaba Clementis. La nieve revoloteaba, hacía frío y Gottwald tenía la cabeza descubierta. Clementis, siempre tan atento, se quitó su gorro de pieles y se lo colocó en la cabeza a Gottwald.

El departamento de propaganda difundió en cientos de miles de ejemplares la fotografía del balcón desde el que Gottwald, con el gorro en la cabeza y los camaradas a su lado, habla a la nación.

En ese balcón comenzó la historia de la Bohemia comunista.

Hasta el último niño conocía aquella fotografía que aparecía en los carteles de propaganda, en los manuales escolares y en los museos.

Cuatro años más tarde a Clementis lo acusaron de traición y lo colgaron. El departamento de propaganda lo borró inmediatamente de la historia y, por supuesto, de todas las fotografías.

Desde entonces Gottwald está solo en el balcón. En el sitio en el que estaba Clementis aparece sólo la pared vacía del palacio. Lo único que quedó de Clementis fue el gorro en la cabeza de Gottwald.

El libro de la risa y el olvido. Milan Kundera

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La soledad de los muertos

Cerraron sus ojos

que aún tenía abiertos

taparon su cara

con un blanco lienzo;

y unos sollozando,

otros en silencio,

de la triste alcoba

todos se salieron.

La luz que en un vaso

ardía en el suelo,

al muro arrojaba

la sombra del lecho;

y entre aquella sombra

veíase a intérvalos

dibujarse rígida

la forma del cuerpo.

Despertaba el día,

y, a su albor primero,

con sus mil ruidos

despertaba el pueblo.

Ante aquel contraste

de vida y misterios,

de luz y tinieblas,

yo pensé un momento:

¡Dios mío, qué solos

se quedan los muertos!

De la casa, en hombros,

lleváronla al templo

y en una capilla

dejaron el féretro.

Allí rodearon

sus pálidos restos

de amarillas velas

y de paños negros.

Al dar de las Ánimas

el toque postrero,

acabó una vieja

sus últimos rezos,

cruzó la ancha nave,

las puertas gimieron,

y el santo recinto

quedóse desierto.

De un reloj se oía

compasado el péndulo,

y de algunos cirios

el chisporroteo.

Tan medroso y triste,

tan oscuro y yerto

todo se encontraba

que pensé un momento:

¡Dios mío, qué solos

se quedan los muertos!

De la alta campana

la lengua de hierro

le dio volteando

su adiós lastimero.

El luto en las ropas,

amigos y deudos

cruzaron en fila

formando el cortejo.

Del último asilo,

oscuro y estrecho,

abrió la piqueta

el nicho a un extremo.

Allí la acostaron,

tapiáronle luego,

y con un saludo

despidióse el duelo.

La piqueta al hombro

el sepulturero,

cantando entre dientes,

se perdió a lo lejos.

La noche se entraba,

el sol se había puesto:

perdido en las sombras

yo pensé un momento:

¡Dios mío, qué solos

se quedan los muertos!

En las largas noches

del helado invierno,

cuando las maderas

crujir hace el viento

y azota los vidrios

el fuerte aguacero,

de la pobre niña

a veces me acuerdo.

Allí cae la lluvia

con un son eterno;

allí la combate

el soplo del cierzo.

Del húmedo muro

tendida en el hueco,

¡acaso de frío

se hielan sus huesos…!

| |

¿Vuelve el polvo al polvo?

¿Vuela el alma al cielo?

¿Todo es sin espíritu,

podredumbre y cieno?

¡No sé; pero hay algo

que explicar no puedo,

algo que repugna

aunque es fuerza hacerlo,

el dejar tan tristes,

tan solos, los muertos!

Gustav Adolf Becker

;-)

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Berenice

En la mesa, a mi lado, brillaba una lámpara y cerca de ella había una pequeña caja. No tenía un aspecto llamativo, y yo la había visto antes, pues pertenecía al médico de la familia. Pero, ¿cómo había llegado allí, a mi mesa y por qué me estremecí al fijarme en ella? No merecía la pena tener en cuenta estas cosas, y por fin mis ojos cayeron sobre las páginas abiertas de un libro y sobre una frase subrayada. Eran las extrañas pero sencillas palabras del poeta Ebn Zaiat: “Dicebant mihi sodales, si sepulchrum amicae visitarem, curas meas aliquantulum fore levatas”. ¿Por qué, al leerlas, se me pusieron los pelos de punta y se me heló la sangre en las venas?

Sonó un suave golpe en la puerta de la biblioteca y, pálido como habitante de una tumba, un criado entró de puntillas. Había en sus ojos un espantoso terror y me habló con una voz quebrada, ronca y muy baja. ¿Qué dijo? Oí unas frases entrecortadas. Hablaba de un grito salvaje que había turbado el silencio de la noche, y de la servidumbre reunida para averiguar de dónde procedía, y su voz recobró un tono espeluznante, claro, cuando me habló, susurrando, de una tumba profanada, de un cadáver envuelto en la mortaja y desfigurado, pero que aún respiraba, aún palpitaba, ¡aún vivía!

Señaló mis ropas: estaban manchadas de barro y de sangre. No contesté nada; me tomó suavemente la mano: tenía huellas de uñas humanas. Dirigió mi atención a un objeto que había en la pared; lo miré durante unos minutos: era una pala. Con un grito corrí hacia la mesa y agarré la caja. Pero no pude abrirla, y por mi temblor se me escapó de las manos, y se cayó al suelo, y se rompió en pedazos; y entre éstos, entrechocando, rodaron unos instrumentos de cirugía dental, mezclados con treinta y dos diminutos objetos blancos, de marfil, que se desparramaron por el suelo.

Edgar Allan Poe, "Berenice."

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El primer loco

-Existe algo en el hombre de todas las edades, que no se educa ni ciñe por completo a las exigencias de la razón ni de la ciencia, así como suele sobreponerse también a todas las ignorancias y barbaries que han afligido y pueden afligir a la humanidad entera. Y este algo, es el exceso de sensibilidad y de sentimiento de que ciertos individuos se hallan dotados, y que busca su válvula de seguridad, sus ideales, su consuelo, no en lo convencional, sino en lo extraordinario, y hasta en lo imposible también. Ve, si no, a una madre de esas que han sido perfectamente educadas, y que puede decirse instruida, pero que es madre cariñosa al mismo tiempo; mírala a la cabecera de su hijo moribundo, sin esperanza de poder volverle a la vida. Acércate a ella en tan angustiosos momentos, aconséjale el mayor de los absurdos en el terreno de las supersticiones, asegurándole que si hace lo que se le ordena, su hijo recobrará la salud, y verás cómo cree en ti y se apresura a ejecutar exactamente lo que a sangre fría hubiera condenado y ridiculizado en otra cualquier mujer. Y si por casualidad su hijo volviese a la vida, aquella madre será supersticiosa en tanto exista, pese a su propia razón y a cuanto haya de más material y contrario a esa fe ciega, que así puede devolvernos la perdida tranquilidad como conducirnos por el camino de las mayores aberraciones.

Rosalía de Castro, “El primer loco.”

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