Israel navega en una tensión evidente: su proyecto nacional ha sido reabsorbido, en parte, por una narrativa teológico-política que convierte lo territorial en sagrado, lo jurídico en providencial y lo militar en redentor. Israel fue concebido como refugio, no como profecía. Pero parte de su aparato político se ha alineado con una lógica bélica brutal que convierte la historia en destino sagrado. ¿Cómo pasó el sionismo de ser un movimiento político laico a nutrirse, en parte, de imaginarios religiosos y escatológicos? ¿Qué papel juega EE.UU.?
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Suerte tienen de que Dios no existe, que si no los destrozaría.