Las ideologías autoritarias siempre han entendido que el lenguaje es un territorio de conquista. No necesitan argumentos, solo etiquetas. De ahí su arsenal verbal: buenista, feminazi, okupa, chavista, liberticida. Palabras lanzadas como piedras, destinadas no a dialogar, sino a desfigurar al adversario hasta convertirlo en una caricatura. (...) Y, sin embargo, todo ese engranaje se tambalea cuando alguien pronuncia el término preciso: nazi. De repente, los maestros del estigma claman haber sido estigmatizados.