
También somos pescadores
ondeando sobre la mar,
desafíos de una estrella
olvidada en la vacía
eternidad de su empeño.
Somos todos el ensueño
macerado de la nada,
alquimistas de las sombras,
sembradores de patrañas,
funambulistas dormidos
avanzando en el alambre
carcomido por un tiempo
irisado de ficciones.
Las historias que contamos
quieren dejar de ser cuentos,
unirse en grandes tratados,
esparcirse en la memoria
lacónica de un silencio
al que no le quepan dudas,
segar las incertidumbres
emboscadas en la ciencia,
necesitarse a sí mismas
sin postrarse de rodillas
ante ningún creador.
También somos pescadores,
eremitas de las sombras
zambulléndose en el sol.
Feindesland. 2009
Si el Cielo no tuviera
a veces su maldades.
si dios no se enojara,
si no existiera el Hades,
si no fuesen cofrades
San Pedro y Satanás
de un mismo cementerio...
¿Qué mísero misterio
tendría la existencia?
Si sólo la obediencia
nos fuera permitida,
si no hubiera ascensiones
por miedo a la caída...
Si sólo la campana
perdida de una iglesia
sirviera de anestesia
para este gran dolor
que tanto nos tortura...
¿De que valdría el amor
faltando la locura?
.
.
Feindesland, 2007.
Los lunes no dormimos,
sólo existimos,
porque nunca podemos
sentir domingos sin sol
esos domingos que no sentimos,
de manta y sueño,
de amor y caricias,
de miradas tranquilas.
Amor sin estridencias.
O locuras con demencias.
Compartidas.
Esos lunes que no existen
porque los martes
siempre hieren.
Lunes de sábanas
que son lunes
de sabanas africanas,
donde ni tú ni yo
encontramos la palabras,
sólo los roces.
ContinuumST (2002)
Ya no somos horizonte
de bosque en la lejanía:
somos leña para el fuego.
Para otro fuego.
Es tarde ya para hablar.
Es tarde para el café.
Es tarde para el deseo.
Conservemos las miradas
en un frasco de cristal,
como moscas atrapadas
por un niño que encontró ya otro juguete.
Escondamos estas horas
en un reloj de bolsillo
con otro nombre grabado,
sobre la hora silente
que sin campanada espera.
Conservemos la memoria de este olvido,
de la atroz extravagancia
consumada al entregar la despedida
a quien nunca conocimos.
Escribamos versos a lápiz
sobre un casco de acero,
en medio de la batalla.
Escribamos versos en las bayonetas,
en las granadas de mano,
miles, millones de versos
sobre el alambre de espino,
en un poema sin fin
bautizado en destrucción.
Engendremos mariposas
en los ojos de la muerte,
pétalos de hambre,
terciopelos y resedas
sobre la herida aún sangrante
y en ese enjambre de flores
cosechemos el panal
de las sonrisas forzadas
y las carcajadas de los locos.
Es la guerra.
Es la vida.
Somos lo que enterramos,
seremos lo que tú digas.
Feindesland 2011.
menéame