A través de una campaña calculada de matanzas sectarias en Suwayda, el nuevo presidente de Siria, respaldado por Estados Unidos e Israel, impulsó una estrategia más amplia para empujar a los drusos hacia la protección israelí y fragmentar la integridad territorial de Siria. Israel se presenta ahora como el salvador de una crisis que él mismo ayudó a crear, utilizando el derramamiento de sangre en Suwayda para legitimar la ocupación permanente y redibujar el mapa del sur de Siria a su favor.
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