Un cuarto de siglo después de la firma de los Acuerdos de Oslo entre israelíes y palestinos, el engaño se observa en todo su esplendor. Los dos grandes impulsores de aquella acción, el primer ministro Yitzhak Rabin y el presidente Yaser Arafat, están enterrados, uno en el monte Herzl de Jerusalén y otro en la Muqata de Ramala.
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En los acuerdos de Oslo sólo sakió que los palestinos tuvieran una policía propia o foralitos para controlarse a sí mismos.