La prensa y las personas en general tienen un fuerte sesgo de negatividad. Las malas noticias económicas obtienen más cobertura que las buenas. Las experiencias negativas afectan a las personas más, y por más tiempo, que las positivas. Así que es natural que la incursión de Rusia en Ucrania, el auge del Estado Islámico o el brote del Ébola nos pesen más que el hecho de que la pobreza extrema se haya reducido a la mitad desde 1990, o que la esperanza de vida sea cada vez mayor, sobre todo en los países pobres.
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