Mon García, de 30 años, es asistente sexual y activista por los derechos sexuales de personas con discapacidad. Aunque ella lo considera un “trabajo sexual”, sectores feministas lo ven como explotación. García defiende una regulación legal que lo haga accesible y visibiliza el tema en redes. Subraya que no hay interacción sexual como en la prostitución: ella actúa como una extensión del cuerpo del cliente siguiendo siempre sus indicaciones.
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