Si algo está claro después de seis meses de lucha en Ucrania, es que hay pocas posibilidades de una victoria abrumadora e inminente en el campo de batalla para poner fin a la guerra. En cambio, la lucha se ha convertido (como se esperaba) en una de desgaste y economía. Una cuestión de resiliencia económica rusa, enfrentada a la voluntad de Ucrania y sus aliados de continuar la lucha, y la capacidad de Europa para soportar cortes rápidos y profundos en el suministro de recursos energéticos rusos.  
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