Fue en la semana 12 de embarazo cuando Silvia (nombre ficticio) supo que su hijo venía con una malformación cerebral muy severa (holoprosencefalia alobar) y que una operación intrauterina no era viable. Tras sopesarlo mucho, ella y su marido, los dos médicos, decidieron que lo mejor era interrumpir el embarazo. El hospital Obispo Polanco de Teruel donde estaba siendo atendida la derivó al Hospital Miguel Servet de Zaragoza para que le realizaran una prueba genética más exhaustiva antes de someterse a esta intervención quirúrgica...
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