Los andaluces son pequeños, peludos, suaves, tan blandos por fuera que se dirían todo de algodón. Ténganlo en cuenta para sus deseos navideños: adopten a un andaluz, como se adopta a un tamagochi, a un bonsái, a uno de esos niños de Asia que, como los de Andalucía según Ana Mato, estudian en el suelo, aunque uno se pregunta todavía si tanto le preocupaba por qué no les envió a los payasos que sobraban de sus fiestas de la Gürtel.
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