Albert Rivera Díaz (Barcelona, 1979) sería la encarnación perfecta de un hipotético sueño catalán —licenciado en Derecho en ESADE, trabajo fijo en La Caixa—, si no fuera porque huyó pronto de ello para embarcarse en la aventura incierta de Ciutadans. Ocho años después, ha demostrado que, como mínimo, sabe hacer muy bien dos cosas: responder entrevistas y gobernar su partido. No son dos habilidades menores en un político, todavía menos si lo comparamos con la inmensa mayoría de los que comparten profesión con él.
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