Con todos sus padecimientos, con su posición relegada, con su papel de figurante en la panorámica estatal, parece que Cuenca encuentra en la custodia de los residuos radiactivos una oportunidad de alzarse con el protagonismo de una escena crucial de la película de nuestra historia, un minuto de gloria a cambio de siglos de riesgo mortal ininterrumpido (...) Lo primero que debe saberse es que los residuos radiactivos son 2.000 veces más radiactivos que el propio combustible nuclear.
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