No necesita podio el presidente para proclamar sus virtudes y colgarse él mismo las medallas. Exitazo. Aforo completo, cartel de no hay entradas, y ovación tras ovación. Su público cautivo atiende cada día a lo que diga el presidente para hacer suya, de manera inmediata, cualquier postura que él adopte. La que sea. Hace tiempo que sobran los debates internos y las deliberaciones previas.
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