Hace 4 años | Por japego a lasprovincias.es
Publicado hace 4 años por japego a lasprovincias.es

Ahora que llevamos un mes macerando en nuestros hogares, nos sorprende ver, aquí y allí, no demasiados por suerte, esos carteles anónimos adheridos contra el espejo del ascensor donde apedrean a médicos o cajeras de supermercado pues acaso pueden infectar a las almas caritativas que comparten edificio. Deslizar de manera anónima semejante demanda revela la infinita cobardía del que enchufó tal papel. Esa mano anónima de tintes mafiosillos, sospecho, si agarra un mísero catarro inofensivo seguro que acude hasta urgencias para colapsar...

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Es una minoría. Lamentablemente, es una minoría ruidosa. Esto con la ley de vagos y maleantes no pasaría. Y la siempre presente amenaza del garrote vil.