Primero trabajaron; después, si acaso, los hombres empezaron a narrarlo. Y sus relatos fueron cambiando con los días. Hubo tiempos en que el trabajo fue la condena que el hombre recibió por su soberbia: por su ambición desmesurada. El fulano se pasó de listo; para disciplinarlo –para ponerlo en su lugar– un tal Dios lo condenó a ganarse el pan con el sudor de su frente. Sólo así podía justificarse semejante castigo. Y así nos fue, durante siglos: trabajar era algo que quien podía despreciaba.
Comentarios
Buen artículo, pero esperaba al menos una línea sobre los chilotes.
Es desagradable de leer... Quizás fuese interesante, pero la web es pésima