Vivo en una ciudad en la que los pocos bancos que hay están apestados y pringosos de vino y cerveza, pagados por el miedo de los propietarios de coches que temen que el gorrilla les raye el coche. Mientras policía y ayuntamiento no mueven un dedo.
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Vivo en una ciudad en la que los pocos bancos que hay están apestados y pringosos de vino y cerveza, pagados por el miedo de los propietarios de coches que temen que el gorrilla les raye el coche. Mientras policía y ayuntamiento no mueven un dedo.