La vida del empleado de banca en los últimos años de crisis no ha sido nada fácil. Difícil gestionar la mala fama generalizada, entre otras cosas, por las dudosas prácticas de comercialización de productos como las preferentes o los abusos de algunos altos directivos del sector. A esta presión social se suman la avalancha de despidos y el cierre de sucursales por los procesos de integración bancaria y la irrupción digital en un negocio en el que ya nadie parece imprescindible.
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