En una de las últimas conversaciones con su hijo, un viejo y cansado Vito Corleone le reconocía a Michael que hubiera querido un futuro distinto para él. Le hubiera gustado verlo manejando los hilos del poder. Sentado en la silla de mimbre del jardín, Don Vito soñaba en voz alta sobre el futuro, ya pasado, de su hijo, el nuevo Padrino. Se lo imaginaba sentado en sillas de despachos más acolchadas que las de mimbre: “Gobernador Corleone, Senador Corleone…“, decía con melancolía de lo que nunca había pasado. Eran otros tiempos...
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