Tras la muerte de la niña de dos años en un enfrentamiento entre clanes rivales, decenas de personas, incluidas niños, han tenido que abandonar sus casas y huir de la región. Les han quemado todo lo que dejaron a su paso: aquí el fuego opera para borrar todo rastro, para condenar a unos vecinos al destierro. Pues en el barrio de San Lázaro, ese día se hizo una promesa: la única manera de que las familias de los que dispararon puedan regresar a Plasencia sería con el cadáver de otro niño de dos años.
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