Vender humeantes cuencos de sopa parece no salir a cuenta. O eso, al menos, es lo que se desprende de una realidad que está hundiendo entre fideos y caldos a algunos hosteleros japoneses. Lo curioso, como indica Teikoku Databank, es que la restauración de varias velocidades se está cobrando, inflación mediante, a los restaurantes de ramen. Tanto como para que, en algunos casos, el aumento del precio de la energía y de las materias primas hagan insostenibles algunos locales. Lo cifran fuentes de Teikoku en hasta 49 cierres por bancarrota.
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