Tras siete años de crisis y de vacas flacas que han dejado al descubierto las vulnerabilidades del euro y los enormes desequilibrios monetarios entre norte y sur, el BCE reconoce que la moneda única no funciona como se había previsto. Lejos de facilitar el desarrollo y la integración entre los países miembros, la unión monetaria ha potenciado las divisiones entre el norte prestamista y el sur deudor. Grecia, que al inicio de la crisis tenía una deuda equivalente al 90 por ciento del PIB, la ha incrementado al 190 por ciento.
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