Como bien sabemos, el turismo es un gran invento. ¿Siempre? ¿A cualquier precio? Unos cuantos puntos en la costa mediterránea se han convertido en mecas del “turismo de borrachera”, manadas de jóvenes que buscan alcohol, playa, drogas y sexo -no necesariamente por este orden- y cuya presencia provoca muchos más perjuicios que beneficios a las localidades que los reciben/sufren.
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