La cruz cristiana más grande del mundo lleva en pie desde el 1 de abril de 1959. Franco inauguró ese día lo que más tarde se acabaría convirtiendo en su propio mausoleo; una meca para los fascistas, "la enésima herida" para los familiares de sus víctimas. Los restos del dictador no siguen en el lugar. Los de Primo de Rivera, tampoco. El Valle de los Caídos ni siquiera conserva su nombre. Lo que sí sigue "exactamente igual" que hace sesenta años son la cruz, su oscura sombra y los monjes benedictinos que habitan el monasterio del recinto.
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