El 1 de marzo de 2006 a las nueve y media de la noche, un hombre colocó un explosivo en un palco del teatro Alfil: una bomba casera unida a una botella con gasolina y pólvora. Dejó la mecha encendida para que explotase una hora después, con la sala llena, durante la representación de La revelación, una obra de teatro de Leo Bassi crítica con la religión, que había recibido cientos de amenazas por parte de ultras católicos
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