En la crisis demográfica y de natalidad que se viene produciendo desde finales de la primera década de este siglo, inciden factores como las consecuencias de la debacle financiera de 2007 y, sobre todo, el encarecimiento de la vivienda, que, junto a una crisis inflacionista generalizada, difícilmente resulta asumible para unos salarios que a duras penas se incrementan. La subida del coste de la vida se ha convertido en una dura traba para que las generaciones más jóvenes logren una independencia económica que les permita crear una familia.
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