Desde que las leyes campan a las anchas de unos pocos, el resto tenemos asuntos que no podemos tratar. Temas de los que uno no puede ni reírse. Pero lo entiendo, ojo. Que empieza uno riendo y puede incluso acabar pensando. Mejor adormecerlo pronto, cortar el pensamiento de raíz y eliminar toda esperanza de florecimiento, no vaya a ser que el humor sea contagioso y empiece a reírse todo el mundo. Y entonces, ¿qué haríamos? ¿Dejar que todo el mundo tuviese su opinión? Sí, hombre…
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