Luis compró una casa en 2014. Descubrió que su vecino, puerta con puerta, se dedicaba a la santería, una religión cuyas actividades incluyen sacrificios de animales. Luis relata una década de calvario. "Matan todo tipo de animales y se escuchan los sacrificios". Cabras, pollos, patos y todo tipo de aves. El y su pareja han convivido con los sollozos de dolor de estos animales, a los que se suma el "insoportable" ruido de los tambores de las ceremonias. "Acuden hasta 30 personas, también niños, y las hacen de dos a tres veces por semana".
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