Los propios impulsores de la economía en el entorno académico, como John Stuart Mill, advirtieron que la economía no es “una cosa en sí, sino como un fragmento de una totalidad más amplia, una rama de la filosofía social tan interrelacionada con las otras ramas que sus conclusiones, aun circunscritas a su ámbito particular, tienen valor sólo condicionalmente, estando sujetas a la interferencia y a la acción neutralizadora de causas que no se encuentran directamente dentro de su área”.
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