El silencio y el vacío se han convertido en una verdadera pesadilla para los más de 3.000 autónomos que hay detrás de los centros de ocio infantil. Son grandes salas acondicionadas para celebrar desde fiestas de cumpleaños hasta comuniones, que llevan sin facturar prácticamente nada desde el pasado mes de marzo. A pesar de las estrictas medidas de seguridad que han introducido, no tienen apenas reservas.
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