"La casera me persigue desde 2018, dice que necesita mi apartamento y ya recibí una orden de desalojo". Georgina Simões es cuidadora en una residencia de ancianos en la capital portuguesa, Lisboa. Ella gana justo por encima del salario mínimo. Su alquiler, de 300 euros (US$321) al mes, es bajo para los estándares actuales de la ciudad, pero aún así necesita tener dos trabajos para pagarlo. Y las condiciones en la propiedad son malas: no puede ducharse porque el agua se filtra en el apartamento de los vecinos.
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