El pasado domingo, miles de catalanes amanecieron desconcertados en compañía de ejemplares desconocidos, en su mayoría poco interesantes, que se llevaron a casa la noche anterior sin siquiera recordarlo. Fue la resaca del Día de Sant Jordi, una auténtica orgía del mundo editorial que suele propiciar enamoramientos fortuitos y efímeros con algunas novedades a las que se juzga solo por el lomo.
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U las editoriales se despiertan con una cuenta de resultados bastante crecidita