Los chalecos amarillos son los perdedores de una política equivocada, injusta e insostenible. Provienen de regiones periurbanas dependientes del coche y donde la austeridad ha mermado la presencia del Estado en materia de sanidad, seguridad o transporte. Se quitaron servicios ferroviarios para sustituirlos por autobuses low cost, de los que muchas líneas ya han cerrado. Para ganarse a las personas atrapadas en el sistema, la transición ecológica sólo puede ser justa y no dejar a nadie atrás: son dos caras de la misma moneda.
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