Cada vez más la gente acude a los gimnasios fuera del horario comercial que, hasta hace un tiempo, estaba normalizado. Lo mismo ocurre con los supermercados que abren de madrugada: los ritmos laborales impulsan a la ciudadanía a realizar sus quehaceres en horas intempestivas, algo que las grandes cadenas acogen con los brazos abiertos, excluyendo de la competición a los pequeños comercios.
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