No sé cómo llegué hasta la cuenta trol de Andrés Calamaro en Twitter, pero una vez allí, me quedé hipnotizado por alrededor de media hora. Trozos de canciones, fotos destartaladas de su estudio destartalado, bases sintetizadas propias y remixes de temas de Violadores del Verso —que son, con diferencia, lo más interesante de su contenido— se entremezclaban con mensajes enfanterribilistas de pretendida provocación a lo que él mismo llama «progresía», a la que afirma que renunció desde, al menos, 2010.
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