Que los españoles somos un poco gilipollas lo recuerdas cuando a bordo de un taxi, en Washington, va el chofer, etíope, y te pregunta por España y tú, atolondrado, respondes no sé qué demonios a cuenta de la diversidad, el catalán, el gazpacho, el lince ibérico, la paella, la gaita y el Real Madrid. Tu conductor viene de un país que pateó el culo en dos ocasiones a los italianos, gran estandarte del panafricanismo y la descolonización, con noventa y un millones de habitantes, once grupos étnicos y no menos de cien lenguas.
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